Con permiso maestros
En plenas fechas estivales, el termómetro señalaba 40º a las 15,00 horas en el interior del coche. Me dirigía a una cita que hacía algún tiempo se había previsto. Después de tantos años nos íbamos a juntar los tres amigos de la infancia, íbamos a disfrutar de un reencuentro de grandes compañeros de juegos y colegio, de aventuras y desventuras de adolescentes.
El que más o el que menos peinaba canas, con algunas arrugas que marcan las experiencias vividas, con entradas en el pelo que nos recuerdan que ya no cumplimos los cuarenta.
Un día cualquiera de un verano tórrido tres piratas nos juntamos para corrernos una fiesta por todo lo alto, de esas que se guardan en la memoria para siempre. Solos, sin pareja ni otras amistades que pudieran distorsionar el reencuentro. Quizás veinte o veinticinco años sin vernos. Ahora bien, nunca perdimos el contacto; como debe ser entre colegas.
En el Chavarinillo comenzamos. Un cortijo a las afueras de la ciudad, en plena vega de Granada, rodeado aún de tabaco y algún picadero de caballos. Un lugar distinto, diferente, con sabor y olores de antaño, con colores añejos. Con unas tapitas de chacinas y una buena ensalada de tomates aliñados comenzamos para no complicarnos y algunas Jarras de líquido elemento destilamos. Tinto o mejor blanco, dudábamos.
– Aquí amigos Mosto del año, comento. Entre tiento y tiento, sosegados Federico nos contaba sus aventuras por la Florida (EEUU), vivía en Tampa. Había conseguido entrar en una universidad y daba clases de Literatura. Como gran aficionado que era al flamenco pidió que pusieran esta música que tanto echaba de menos.
Esta noche os voy a enseñar una Cueva, la del Niño de las Almendras en el Albaicín. Disfrutaréis de buen flamenco. Entre tanto Joaquín en una nube, clava la mirada en un cuerpazo de mujer. No tiene remedio, tras dos divorcios, cuatro hijos, dos de cada expareja y con unos cuantos remiendos en el corazón jamás va a escarmentar; son su delirio:
– ¡Camarada, < me dice>, ahí va desgravando agravios!
– Una preciosidad sí señor, pero ese cuerpo no es de saldo, le contesto. Atónitos sin darnos tiempo a decir más, Federico se arrancó:
– Yo veo una figura de teatro
Veo una muchacha morena
junto a una serpiente de niebla
Tiene el corazón de plata
y un puñal en la diestra
Veo una muchacha morena
entre mariposas negras.
Ya metidos en faena, con el mosto haciendo de las suyas y bien aposentados, dábamos rienda suelta a nuestra imaginación. Le sigo la corriente y me arranco:
– A mí me gustaría ser el Sol
para besar su piel
Ser la brisa que acaricie su pelo
La fragancia en todo su ser
Ser el agua que inunde su cuerpo
Imagino su imagen al atardecer
Sentirla, tocarla, amarla
¡por ella me muero!
– Sin dar respiro, con su cigarro en la diestra y la jarra en la izquierda afirma Joaquín. Pues a mí me recuerda a Rocío ahora que lo pienso:
Rocío de mi barba cenicienta
Dulcinea del oso y el madroño
Corchea que me canta las cuarenta
Sultana de magüey, jersey de otoño
Abono de las plantas de mis labios
Lámpara milagrosa de Aladino
Bella durmiente que desgrava agravios
Convídame a fundar la primavera
No me cierres las puertas de tu cielo
Lleno de caramelos y bombones
Pusimos fin al caer la tarde, tras varias raciones, postres, cafés, copas y puro; que la fiesta bien lo merecía.
¡Qué bien hemos comido, me decían ambos!.
Sabía yo que os gustaría, repetiremos en más de una ocasión. Entre risas y abrazos nos dirigimos a la capital, que nuestra cita no había terminado.
Ya entrada la madrugada nos fuimos al Albaicín, a la cueva que les había comentado. En esa cueva de flamenco trasnochando surge la magia, cante jondo, jondo del bueno. El ambiente algo cargado de tabaco aliñado y Dyc. Guiris, payos y gitanos en el sarao y japoneses flipando en sus sueños. Suena la Guitarra, los tacones y las palmas, Federico no se corta y recita:
– La guitarra hace llorar a los sueños
El sollozo de las almas, perdidas
Se escapa por su boca redonda
Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera
Tres colegas disfrutando en la madrugada. Joaquín entre copa y copa y algún cigarrillos aliñado, ¡exclama¡:
– Maldito amor el nuestro si caemos
en la trampa mortal de las parejas,
si queremos querer y desqueremos,
si empezamos el living por las rejas.
Maldito sea el hall de los despachos
los ángeles dormidos en la rama,
el garrafón del bar de los muchachos,
los gajes de los trajes de la fama.
Malditas sean las pugnas fratricidas
entre el macho y la hembra, resignados
al duelo de juzgados homicidas.
Malditos sean los gritos destemplados,
malditas sean las bocas desabridas,
la justicia de los ajusticiados.
Con la vista distorsionada, algo beodo y sudoroso interrumpo, ¡va por vosotros amigos!, me voy por rumbas y recitando una canción para enamorados:
– Tú que llegaste a mi vida
como luz que el camino ilumina
como sol de primavera
como en Abril lluvia fina.
Tú que llegaste a mi vida,
como beso que nunca se olvida
semilla de enredadera
que en mi corazón germina
Y ahora eres mi amor,
mi musa, mi despertar
mi sueño, mi realidad
Tú que llegaste a mi vida
como la Estrella que guía mis pasos
Pasos que nunca se olvidan.
Como viento que sopla las velas
arena que mueve la brisa
Mar que mece las olas
Como una tierna caricia
Y ahora eres mi amor,
mi musa, mi despertar
mi sueño, mi realidad
Tres poetas, tres canallas nos fuimos una noche de marcha. Servidor, Lorca y Sabina nos juntamos una noche de magia.