
No era el Ateneo de Sevilla, era en Granada.
No era el Ateneo de Sevilla, ni 1927, ni estábamos con Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández y Luis Cernuda.
Ellos, no sé si tenían consciencia de la creatividad que se fraguaba en sus encuentros. El último de éstos, por cierto, acaeció en un rincón del que hoy es el restaurante “Los Galayos”, en la Plaza Mayor de Madrid, del que presume, con buen gusto, mi amigo Miguel Grande.
Más allá de una reunión de compañeros, poetas, escritores, amantes de la palabra en definitiva, no sé si pudieron concebir, entonces, la idea de la trascendencia que aquello ha llegado a tener, enriqueciendo la historia de la literatura.
«Eso pensaba, ensimismada, con la única intención de atrapar la emoción en el disfrute de la realidad más presente, elucubrando si ellos pudieron haber hecho lo mismo tiempo atrás, cuando me encontraba en Granada». Atendía la generosa invitación de Lola y Tomás Prieto. Disfrutaba de esa mesa, iluminada por gente maravillosa que brindaba sus pensamientos y experiencias al mundo. Y yo me sentía honrada de estar entre ellos.
Una pareja preciosa de médicos neurólogos, Tina del Canto y Adolfo Mínguez, que contaban experiencias en su distinta lucha, aún ejerciendo la misma profesión, tan dispar por acontecer en diferentes lugares. Unas batallas tan tristes, otras menos al ganarse y, todas pendientes de las miradas furtivas que se escapaban de historia en historia.
La genialidad de una fotógrafa, Patri Díez, que ve desde el corazón, en tres dimensiones, alumbrada su mente por la luz de los faros.
Una escultora, Mercedes Lirola, cuyas manos hacen de la porcelana creaciones llenas de vida, belleza y pasión, como ella misma.
Un humilde sabio experto en vinos, Manolo Moral que contaba los secretos del Vino según las zonas y el tipo de uvas.
Una bibliotecaria, Esther de Aro, con una inteligencia especialmente sensible y brillante que quiso llevarse uno de mis libros para su Biblioteca.
Mariví Rodríguez Tapias, compañera y amiga, iluminó la mesa con su sabiduría y carisma contando su trayectoria hasta ejercer la profesión de mediadora. Así, con ellos y, entre otras mentes maravillosas e inteligentes corazones, se presentó el libro “ La Escuela Integradora”, de forma tímida y, siempre, agradecida.
Se habló de mediación, de trabajo, de historias de luz, de ilusiones y lucha. Se habló con sabiduría y humildad de pequeñas grandes cosas que enriquecen la vida como el espíritu. Gracias por tanta generosidad.
María del Castillo Falcón Caro Doctora Jurista Experta en Mediación
Pingback: No era el Ateneo de Sevilla, era en Los Sarmientos de Granada | jnavidadc