Una vez más
al aventar la arena
el viento la arrojó a los ojos
Ojos de aquel corazón
Que a jirones va latiendo.
Subrepticiamente llegó
reptando bajo la puerta
y de sorpresa se presentó
este impresentable
jamás deseado olvido.
Los destellos
de una estrella apagada
desojaron la margarita
Si-no, si-no, si-no, si-no
¡No te quiero! Predijo.
Subestimando todo lo vivido,
pues si alguna brisa corre,
otros vientos ya han ido y vuelto.
Solo existen las miradas a su ombligo
Y todo gira y gira y gira
sobre su propio eje 360º
estrellas apagadas, giros de 360 grados, circunferencias perfectas que absorben el tiempo de cada uno, con la única intención de desviarte de la posibilidad de que encuentres una salida.
Más vale tener corazón aunque sea a jirones,… cuando me la leíste me gustó, sobretodo por eso de el síndrome del reflejo, una siente que igualmente: ¿a quién no le ha caído arena en los ojos, y ha temido ser olvidado, por ese otro yo que queremos, a pesar de saber que lo hemos inventado? Existe o no existe.
Enhorabuena, poeta.
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Te vi por ahí y así encontré tu blog. Muy cálido, sobre todo por las fotos. Son tan familiares. La primera parte de tu escrito tiene tanta fuerza poética. El olvido está en uno, uno mismo y su cara, y su visión borrosa de una vida y las fugas, siempre en huída hacia dentro del ser que hemos recreado. El amor no se deshoja en lo ya muerto, por eso algo queda encendido entre los mismos pliegues difusos del pasado y su imperio, los recuerdos. Saludos.
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